miércoles, 30 de marzo de 2011

Comentario sobre El Escorial

El Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial es un complejo formado por un  palacio,  una basílica y  un monasterio. Fue ideado en la segunda mitad del siglo XVI por el rey Felipe II y su arquitecto Juan Bautista de Toledo, aunque posteriormente intervinieron Juan de Herrera, Juan de Mijares, Gian Battista Castello y Francisco de Mora. El rey concibió un gran complejo multifuncional, monacal y palaciego que, plasmado por Juan Bautista de Toledo según el paradigma de la Traza Universal, dio origen al estilo herreriano. 
El edificio surge por la necesidad de crear un monasterio que asegurase el culto en torno a un panteón familiar de nueva creación, para así poder dar cumplimiento al último testamento de Carlos V de 1558. El Emperador quiso enterrarse con su esposa Isabel de Portugal y con su nueva dinastía alejado de los habituales lugares de entierro de los Trastamara.                                                                                                                                   

La planta definitiva del edificio, con sólo cuatro torres en las esquinas y el Palacio Real haciendo de «mango», recuerda la forma de una parrilla, por lo que tradicionalmente se ha afirmado que se escogió esta traza en honor a San Lorenzo, martirizado en Roma en una parrilla, ya que el 10 de agosto de 1557, día de la festividad del santo, tuvo lugar la batalla de San Quintín donde España venció a los franceses. De ahí el nombre del conjunto y de la localidad creada a su alrededor.
La disposición general del edificio dando gran importancia a la comprobada intervención de la orden jerónima en las primeras trazas de la obra, de la que resultaría el núcleo conventual de la iglesia y el claustro principal. La principal contribución de Juan Bautista de Toledo habría sido añadir los palacios privados y públicos, integrándolos en un esquema simétrico, mucho más propio del Renacimiento. Este primer esquema de palacio real adosado a un monasterio era costumbre entre los monarcas hispanos medievales, y lo utilizaron en los monasterios que usaban para retiros, lutos y descansos.
Las fachadas
Las cuatro fachadas del Real Monasterio de El Escorial son diferentes entre sí. La fachada Norte, por la que se accede frente a las Casas de Oficios, de cara al Monte Abantos y por su orientación apenas la ilumina el sol. Mide 207 metros de largo por 20 de alto, está recorrida por una cornisa situada a unos 17 metros de altura y tiene un total de 180 ventanas. Fue modificada en sus ritmos de ventanas y pilastras y accesos por Juan de Villanueva, el arquitecto del Museo del Prado, para poder acomodar el palacio a los nuevos gustos de los Borbones. Su extraña ubicación, su casi eterna sombra y su escasa ornamentación la convierten en la más lóbrega y enigmática de todas las fachadas del edificio. Aquí se ubican los accesos a la Residencia Real y la entrada de servicio del Colegio.

La fachada Este,  con tres portadas diferentes, siendo la central la más importante.  La entrada principal se concibe en dos cuerpos; el primero está flanqueado por ocho columnas de orden toscano gigante, cuatro a cada lado de la puerta, entre las que se insertan nichos y ventanas ciegas. Por encima del dintel de la puerta, a ambos lados de la ventana, aparecen dos parrillas, símbolo del martirio de San Lorenzo. El segundo cuerpo -tras el que se esconde la biblioteca- se compone de cuatro columnas jónicas, también de orden gigante, en cuyo intercolumnio central se encuentra el escudo del fundador, Felipe II, y una estatua del diácono Lorenzo. El conjunto se corona con un gran frontón rematado por bolas de granito.
Las armas de Felipe II son: arriba, Castilla, León, Granada, Aragón y Sicilia (a veces se añadían Navarra, Jerusalén y Hungría); delante Portugal (desde 1581); debajo, Austria, Borgoña antigua y moderna y Brabante, con Flandes y Tirol delante. la Corona Real con diademas y el Toisón de Oro enmarcan el conjunto. La escultura de San Lorenzo, santo al cual está dedicado el monumento, fue realizada por el artista toledano Juan Bautista Monegro. Se trata de una singular pieza de más de cuatro metros de altura cincelada en piedra berroqueña, con la cabeza, pies y manos en mármol blanco. La figura del santo oscense sostiene un libro en su mano izquierda y en su mano derecha una parrilla de bronce dorado al fuego en recuerdo de su martirio, ya que la tradición decía que murió asado en un parrilla, aunque hoy sabemos que murió decapitado.
   De abierta y alegre arquitectura, con ritmos de huecos sorprendementente modernos, la fachada Sur es la más equilibrada de todo el conjunto. Mide 161 metros de largo y tiene 296 ventanas. Está compuesta por dos cuerpos, el inferior de orden dórico y el superior jónico. En esta fachada se encuentra la Galería de Convalecientes o Corredor del Sol, denominado así porque servía para el paseo de enfermos.
   La fachada oriental, que da la espalda a Madrid, es la más rica en volumenes de las cuatro. Tiene 386 ventanas y en su centro se sitúa el cuerpo adosado que constituye los Cuartos Reales.  Por encima, el frontispicio del Templo destaca por su total desornamentación, reflejo del retablo de la Basílica. A los lados se extiende el Convento y el Palacio Público. Bajo ellos, los jardines privados del Rey y la Reina, cerrados con muros de piedra y rejas.
 
La basilica 
El templo es una basílica en sentido litúrgico, esto es, debido al privilegio papal que le permite ostentar dicho título; no obstante, no lo es en sentido arquitectónico, pues no posee planta basilical. Se trata de un cuadrado perfecto de 50 metros de lado con cuatro pilares dispuestos en posición central que dan lugar a la formación de tres naves en cualquiera de las direcciones.
La cubierta del templo se prolongó por el este cobijando la capilla mayor, y por el oeste techando el coro y el atrio; de esta forma se da la apariencia exterior de una gran nave. Del mismo modo, la nave central perpendicular a ese eje se realzó con una cubrición de igual altura que la anterior, formando el conjunto una perfecta cruz latina que, en realidad, no se corresponde con la planta del templo. En su interior, además de la capilla mayor, se abren dos grandes capillas al fondo de las naves laterales y un gran número de capillas menores y hornacinas en las que se disponen otros tantos altares.
El plano de fachada no es único, diferenciándose dos niveles que se corresponden con los dos órdenes superpuestos de que consta. El superior, retranqueado, no presenta ningún elemento formal destacable, salvo el sencillo frontón carente de todo ornato. El inferior, en cambio, es saliente y queda constituido por un tetrástilo dórico en cuyos tres intercolumnios se abren otros tantos huecos bajo arco de medio punto. Son seis las semicolumnas que lo forman, pues las de los extremos son dobles. En correspondencia con cada una de tales columnas se alzan sobre el entablamento seis pedestales que soportan las efigies en mármol de aquellos reyes de Judá que de alguna manera se relacionaron con el Templo de Salomón. En el centro, como insignes protagonistas, se encuentran las tallas de David y Salomón. Todas llevan en el pedestal una inscripción alusiva al respectivo monarca cuya redacción correspondió al gran humanista Benito Arias Montano.
 

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